​Tras 13 años de servicio ininterrumpido como kinesiólogo de Clínica San Carlos de Apoquindo, uno de los aspectos que destaca René Medina es la capacidad de los colaboradores para ir más allá de lo técnico y entregarle atención al paciente de forma integral, incluso desde lo espiritual o emocional. Es un sello que considera los diferencia de otros establecimientos y una de las razones por la que siempre vale la pena rememorar el paso del tiempo y celebrarlo.

“Recordar el aniversario de la Clínica [en junio se conmemoraron 20 años de su inauguración​] es importante porque seguimos marcando esa diferencia en la actualidad, nunca se ha abandonado el espíritu de entrega y compromiso por el paciente. Además, el ambiente y la relación con los otros estamentos también es muy buena, eso se ha mantenido y es grato celebrarlo", comenta sobre.

Cuando René se incorporó a la rotación en San Carlos cuenta que muchos le decían que era moverse “a otra ciudad" por la distancia con el Hospital Clínico; pero a él le gustó el ambiente que se respiraba en sus pasillos, así que finalmente “se quedó". En ese momento tan sólo eran 5 kinesiólogos en el equipo y una década después ha visto crecer el equipo hasta 15 y luego, con la pandemia, ya son 30 profesionales. Además, ha podido atender pacientes muy distintos, desde Neonatología hasta Salud Mental, pasando por la UCI.

Aunque han sido años “no exentos de agitación" por diversos cambios institucionales, como la integración entre UC y CHRISTUS Health, insiste en que la esencia se mantiene y los pacientes siguen agradeciendo esto.

“La rehabilitación en COVID es una lucha diaria, con pequeños logros"

Una de las partes más difíciles de su trabajo es observar a las personas preocupadas por perder la capacidad de realizar por sí mismas actividades básicas, para Medina el Coronavirus está más en el área catastrófica: “Dentro de la funcionalidad, la enfermedad genera un desastre, la gente pierde la capacidad de poder moverse y, en algunos casos más extremos, pierde su autovalencia. Es algo tremendo, que roza o llega muy profundamente a la dignidad del ser humano".

“La rehabilitación es muy intensa, es una lucha de día a día y uno va logrando pequeños avances; que una persona sea capaz de levantarse de la cama, ponerse de pie, dar sus primeros pasos, de la cama al sillón y que logren ir al baño es de un impacto tremendo. Da esperanzas", explica.

La pandemia por COVID-19 empezó cuesta arriba: aislándose de su familia, “entregándose el trabajo" y con preocupación constante por los pacientes que veían empeorar rápidamente, algunos de ellos con una edad similar a la suya. “Uno decía el tiempo está pasando tan rápido y tengo tanto tiempo sin ver a mi familia, esa fue una época muy dura", insiste; sin embargo, también puede ver poco a poco la luz al final del túnel.

Entre las cosas positivas que suma en su lista está la posibilidad de enseñar a nuevos colegas. Las distintas incorporaciones incluyeron kinesiólogos que están empezando su vida laboral, por lo que se ha creado una instancia de aprendizaje.  “Algunos de los nuevos kinesiólogos se apoyan en nosotros, en los más antiguos, tanto desde el punto de vista profesional como emocional. A veces hemos tenido que ayudar a contener situaciones bien complejas; pero está la satisfacción de que una gran mayoría de nuestros pacientes se mejoran con harto esfuerzo, trabajo y dedicación".

Después de todo, lo que le motiva y logra equilibrar su balanza personal es sentir que puede impactar positivamente en la recuperación de sus pacientes. ​