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Dr. Eduardo Kattan, médico intensivista: “Para que una UPC funcione, el recurso humano es fundamental”

14/07/2021

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“Después de un año, lo único que tengo es orgullo por el equipo humano con el que trabajo y que a pulso sacamos entre todos los pacientes adelante”.

El Dr. Eduardo Kattan siempre quiso ser médico. Admiraba a parientes lejanos que se dedicaban a la profesión y su curiosidad por saber del cuerpo humano y cómo progresan las enfermedades, lo llevaron inevitablemente por ese camino. Hoy se dedica a tratar a los pacientes más graves, en medio de una pandemia que le ha reforzado que el trabajo en equipo y el factor humano son esenciales para sacarlos adelante.
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Nunca pensó en dedicarse a los negocios como sus padres, pese a ser el mayor de los tres hermanos. Sin vacilar estudió medicina y el posgrado en Anestesiología y Medicina Intensiva en la UC. Lo que si fue fortuito fue conocer al amor de su vida en un bus camino a Viña. Eso porque Cata es de Los Ángeles y él de Santiago. Después de 6 años de pololeo y en plena pandemia, hace algunas semanas se casaron.

“Justo estábamos en fase 2 así que pudimos hacer un almuerzo en la casa. Teníamos planificado para diciembre del año pasado, pero tuvimos que suspender todo por la pandemia y decidimos casarnos así más piolita, con la gente más cercana dentro del aforo y fue mucho mejor, lo pasamos excelente. Estamos súper contentos, no tenemos hijos todavía, pero adoptamos una perrita, que se llama Yuki", cuenta.

¿Por qué elegiste la medicina intensiva?

Porque tiene varias virtudes. Primero, porque están los pacientes más graves del hospital y es un estímulo trabajar con pacientes desafiantes y segundo, porque es un trabajo inherentemente en equipo, acá el factor humano impacta mucho en los resultados clínicos y eso me acomoda mucho con mi forma de ser. Lo otro es que en la UPC estamos enfrentados a la muerte frecuentemente y eso te aterriza mucho en lo humano y en la cercanía con el paciente y la familia. Por último, es un campo muy fértil para hacer docencia e investigación, o sea para desarrollarte tanto profesional como humanamente.

¿Cómo te ha desafiado al estar en la UPC durante la pandemia?

Yo estaba terminando la beca cuando partió la pandemia.  Por hacer una analogía, fue como estar en la cantera de un equipo de fútbol y de un día para otro estás jugando la Champions. Es una locura y nadie pensaba que esto iba a pasar. Pero después de un año, lo único que tengo es orgullo por el equipo humano con el que trabajo y que a pulso sacamos entre todos los pacientes adelante. En especial, poder trabajar codo a codo con mis profes y mentores, que han demostrado una vocación, aguante y sabiduría incomparable.

¿Cuál ha sido el momento que te ha marcado más?

Lo más difícil ha sido ver a la gente fallecer sola. Antes estábamos en una campaña de dejar la UPC puertas abiertas, donde los familiares podían venir 24/7, estar con los pacientes y ser parte de los equipos de cuidado. Hoy día eso se negó. Entonces ver que pacientes fallezcan solos, una muerte fría, estéril, sin cariño, nos rebota mucho porque nosotros nos encariñamos y pasamos a ser las conexiones entre la familia y el paciente. La carga emocional de ver tantos pacientes fallecidos y sin su gente, para mi es lo que más reverbera.

¿Has estado en algún momento a punto de rendirte?

Afortunadamente no, y creo que es por todo el apoyo tanto de mi familia como del equipo de trabajo. Cuando alguien baja la guardia, entre todos nos vamos apuntalando, aunque sea con pequeños gestos. Nos compramos chocolates, una bebida, le preparamos el café al compañero. En ese sentido, hay mucho compañerismo y solidaridad, en todo el equipo y en todos los estamentos.

¿Qué técnicas usas para darle ánimo a los pacientes?

A mi me ha servido usar la música. Yo soy muy fanático de la música y la uso como terapia, y le sirve a mucha gente. Hemos tratado de integrar eso a los cuidados. Cuando el paciente está mejor sacamos una guitarra o conseguimos una radio para ponerle en la pieza, porque no hay nada más fome que estar mirando el techo las 24 horas.

¿Y qué tipo de música te gusta y qué les cantan a los pacientes?

Soy bien rockero, me gusta desde el rock de los 60 hasta el actual. Me gusta mucho el rock nacional también porque la idiosincrasia chilena está bien marcada. A los pacientes les cantamos un repertorio bien variado. Para el 18 cantamos cuecas, tenemos cumbias, rock, baladas clásicas, en realidad lo que le guste a la mayor cantidad de gente posible, y ojalá temáticas alegres. A la gran mayoría de los pacientes les gusta y lo reciben como una bocanada de aire fresco y para el equipo también.

¿Cuáles son tus pasatiempos favoritos?

Pre-pandemia, juntarme con mis amigos, ojalá alrededor de una parrilla y salir a pescar, ese es mi otro gran pasatiempo. En pandemia, sin duda la cocina, con Cata nos gusta mucho cocinar. Nos regalaron un libro de cocina de la India y hemos estado pegados con eso. Nos gusta probar recetas nuevas, de Instagram o las que salen en la tele, innovar y ser creativos ha sido nuestro sello. También salir a caminar para botar energía -cuando se puede- por el parque, por la plaza. Estos han sido nuestros placeres simples.

Si tuvieras la posibilidad de cambiar algo, ¿qué sería?

Me gustaría que el entrenamiento y que el objetivo de los equipos clínicos realmente apunte al trabajo interdisciplinario. Hoy día más que nunca se ha demostrado la importancia del trabajo mancomunado entre todos los distintos estamentos. Evitar esta jerarquía de la pirámide y apuntar a un trabajo más integrado, sin duda genera que se logren los mejores resultados.

¿Algo que te haya quedado pendiente por hacer?  

Tenía planes de viajar, ir a estudiar afuera, pero después será. Se cierran puertas y se abren otras. Ya va a llegar en su momento y ahora nos tenemos que adaptar, y agradecer que al final del día estamos sanos, estamos bien.

¿Qué te ha enseñado la pandemia?

Creo que la humildad, que no podemos controlar todas las variables, que sin trabajar en equipo no somos nada y que para que una UCI funcione el recurso humano es lo más importante. Tener un equipo compenetrado, motivado y feliz vale más que tener las mejores máquinas del mundo. 

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