A Juan Pablo Guiñez le tocó estar “donde las papas queman” durante este periodo de pandemia en el Hospital Clínico. Fue él quien tomó el primer examen PCR a un paciente hospitalizado, cuando recién estaba empezando el brote de COVID-19. “Y de repente, casi sin darnos cuenta, todo esto reventó y empezaron a llegar muchos pacientes. Ahí me pidieron trasladarme al 6to Pabellón, el que habilitamos como UCI”, relata.

Así, como en una película de ciencia ficción, Juan Carlos estuvo dos meses en el pabellón del 6to piso, luego tres meses en la UCI y después volvió al intermedio, su lugar de origen y donde sigue hasta que los contagios se mantengan estables.

“Todo ese tiempo fue una verdadera locura. Teníamos pacientes realmente graves, pronados, con ventilación mecánica invasiva. Los ventilábamos con máquinas de anestesia, algo que nunca habíamos hecho. Empezamos a trabajar con equipos mixtos, con gente que no era experta. Ahí yo era el único de intermedio que había pasado por la UCI y estaba con colegas de distintas partes. Luego en el intermedio nos tocó trabajar con colegas que venían de las UTMs, entonces fue super complejo. Tuvimos un montón de demandas en lo asistencial, con médicos que no son especialistas. Entonces yo pensé acá tenemos dos opciones: o sacamos lo mejor de nosotros, en verdad nos la jugamos y cada uno pone lo mejor de si para sacar este carro adelante o aquí todo se va al carajo”, cuenta Juan Carlos.

“Algo que me emociona es la entrega de la gente, que fue realmente sobrehumana, sobrecogedora. Tu podías decir, con toda libertad, que no querías asumir este desafío por miedo a exponerte al virus, lo que también es válido. Pero la gente se mantuvo ahí, al pie del cañón, con una solidaridad que yo nunca había visto, poniendo al paciente al centro todo el rato, enseñándole al compañero que no sabía tanto, sacando adelante los turnos con toda la pasión posible”, asegura.

Entremedio de toda esa vorágine, su papá y su hermano se contagiaron de COVID. Ambos estuvieron internados en el Hospital Clínico, su papá de mayor gravedad, llegando a estar varios días de los 32 que estuvo hospitalizado, en la UCI. “Me tocó cuidarlos y encargárselos a mis colegas, y estaban más con mis compañeros que conmigo. Entregué toda mi confianza en ellos y yo sabía que estaban en el mejor lugar que podía estar. Ellos le entregaron el cariño y amor como si fuera su propio padre, además de los mejores cuidados, por lo que voy a estar agradecido por siempre”, dice.

“Yo he trabajado en varios servicios y me conoce harta gente, entonces hubo una cadena de buenas energías. Toda la gente me preguntaba, de distintas partes, las tías del aseo me decían: el otro día le fui a dejar cariñitos a su papá. Hoy día tengo a mi papá en la casa sin ninguna secuela, y eso creo que tiene que ver con el componente energético y emocional de tantas personas que lo cuidaron y se preocuparon por él”, afirma emocionado. “Encontré mucha contención en mis compañeros y en toda la gente del Hospital. Creo que esa preocupación me dio la fuerza para seguir cumpliendo con mi trabajo”, dice.

"Uno de los aprendizajes más importantes es el trabajo colaborativo, interdisciplinario, en donde todos damos lo mejor de cada uno para lograr el objetivo común que es el bienestar del paciente. Y para cumplir este desafío se necesitan excelentes profesionales y mejores personas", concluye Juan Carlos.