Casada y con tres hijas, la familia de la Dra. María José García es, en palabras de ella, el mejor logro de su vida. Una historia marcada por la intensidad y la convicción de sus decisiones, llegó a Chile proveniente de España hace aproximadamente 12 años, motivada por el amor, luego que un viaje a Mykonos (Grecia) marcara un antes y un después en su vida, ya que fue ahí donde conoció a quien se convertiría en su compañero de ruta.

La relación con la medicina comenzó a temprana edad, teniendo como objetivo dedicarse a la investigación, es por eso por lo que ingresó a la universidad de su tierra natal. Sin embargo, durante el transcurso de sus estudios comenzó a inclinarse por otra faceta de la medicina.  “Cuando en el tercer año de carrera empecé a hacer prácticas en el hospital, creció en mí una vocación que hasta ese entonces no había sentido, y me di cuenta de que lo que realmente me llenaba era estar en contacto con los pacientes. Quizá porque el gusanillo por el laboratorio no desapareció del todo, fue que elegí la especialidad de Hematología”, nos cuenta.

Luego de realizar el examen MIR, alcanzó un cupo en el Hospital La Paz de Madrid, lugar en el cual se formó como especialista, “creo que aquellos cuatro años fueron de los mejores de mi vida, intensos, muy sacrificados, pero convencida de que estaba haciendo lo que me gustaba y marcando mi camino profesional”.

Además, destaca la importancia de haber estudiado, tanto en el colegio como en la universidad en instituciones públicas. “Cuando me vine a Chile le di aún más valor al colegio en el que estudié, y posteriormente a la universidad, ambos públicos. Por supuesto que soy una convencida que esa es la mejor inversión que puede hacer un país: educación gratuita y de calidad para todos. Por otro lado, dedicándome a lo que me dedico, no puedo olvidar la profunda diferencia que existe en Chile entre los sistemas público y privado de salud, así que esas dos son las cosas que cambiaría si de mí dependiera”, explica la Dr. García.

Una adaptación que se consolida en la Red de Salud UC CHRISTUS

“Los primeros meses en Chile no fueron fáciles. Junto con la adaptación a un nuevo país, tuve que homologar mi título, pero después de eso empecé a trabajar en la Católica y ya son casi 12 años aquí, y es un lugar donde me siento muy realizada profesionalmente”, señala.

La Dra. García es una apasionada por el rol que cumple dentro de la Red de Salud UC CHRISTUS, donde destaca la importancia de humanizar la medicina, sobre todo cuando se deben comunicar malas noticias.

“Sin duda la parte más dura de mi trabajo es convivir con las malas noticias, contarle a un paciente que tiene cáncer y saber el quiebre que esto va a suponer tanto para él como para su familia, y en algunas ocasiones, tener que explicar que no hay alternativas. Por otro lado, siempre digo que hay algo bonito en todo eso, saber que puedes ser muy útil, que está en uno humanizar al máximo nuestra profesión y que, en esos momentos de máxima dureza, nuestros gestos, marcan la diferencia”.

Los pasatiempos que la apasionan

Para nadie es un misterio que el mundo de la medicina va relacionado con el tiempo que se le dedica, y eso es algo que la Dra. García vive, pero poco a poco ha ido encontrando ese espacio para retomar sus pasatiempos favoritos.

“Últimamente he rescatado uno de mis pasatiempos favoritos, la lectura, porque hubo un tiempo que la dejé de lado porque no conseguía leer más allá de dos páginas sin quedarme dormida. También intento hacer deporte, y como soy un poco floja para eso, necesito que tenga un componente social, así que juego fútbol con otras mamás del colegio de mis hijas y tenis con algunas amigas. Y el gran descubrimiento de los últimos años, ha sido tejer”.

Momentos duros durante la pandemia

Es un hecho que, el periodo entre el año 2020 y mediados del 2022, estuvo marcado por la pandemia del COVID-19 y por el gran desgate físico y emocional que ésta provocó tanto en pacientes como en profesionales de la salud: “lo más difícil durante la pandemia fue, en lo personal, estar lejos de mis padres. Nunca antes me habían pesado tanto los kilómetros de por medio. Fue muy duro, despertar de madrugada con ansias de hablar con ellos y que me dijeran que estaban bien, asintomáticos. Que mis hijas me preguntaran cuándo íbamos a poder ver a los abuelos y no tener respuesta. En lo profesional, la falta de contacto físico con los pacientes. Yo no me imaginaba a mí misma dando malas noticias sin apretar una mano o dando el pésame sin abrazar, y tuve que hacerlo”.

Finalmente, la Dra. García envía un mensaje muy potente y claro para todos quienes deseen dedicarse a la medicina, resaltando que es un camino muy duro, pero que todo sacrificio vale la pena “porque nada produce más satisfacción que saber que uno está ayudando a una persona en un momento vulnerable de su vida. El bienestar de nuestros pacientes y sus familias es el motor que nos mueve, y saber que podemos contribuir en ello hace que todo el esfuerzo sea recompensado”.