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Rescate
El Síndrome de Asperger –descrito por primera vez en 1944 por el pediatra austriaco Hans Asperger- se define como un trastorno neurobiológico que se caracteriza por la presencia de dificultades en las habilidades sociales y en uso del lenguaje con fines comunicativos, un comportamiento repetitivo y perseverante y una limitada gama de intereses. Este síndrome se clasifica dentro de los Trastornos Generalizados del Desarrollo. Se estima que es mucho más frecuente que el autismo, con una prevalencia de 3.6 por 1.000 niños en edad escolar y es más frecuente en niños que en niñas en una relación de 4 a 1.
La causa de este síndrome es desconocida aunque algunos estudios sugieren que podría haber factores genéticos involucrados dado que en casi la mitad de los casos estudiados existía un segundo familiar de primer grado también afectado.
Algunos signos o señales de este síndrome incluyen:
- Problemas para socializar.
- No hay conciencia de los sentimientos o intenciones de los demás.
- Concepción literal del lenguaje.
- Hipersensibilidad hacia ruidos u olores.
- Dificultad para establecer y mantener relaciones de amistad.
- Dificultad para mantener una conversación normal.
- Tono de voz monótono o con entonaciones no acordes con la situación.
- Movimientos torpes o poco coordinados.
- Memoria muy desarrollada, especialmente para los pequeños detalles.
- Interés absorbente por algunos temas específicos.
- Trastornos del sueño.
El diagnóstico del Síndrome de Asperger es esencialmente clínico, lo que incluye una historia médica completa, con antecedentes clínicos personales y familiares, que considere el entorno en que se desarrolla el niño y que profundice tanto en su historia de desarrollo (lenguaje y desarrollo de habilidades cognitivas) como en sus habilidades sociales y emocionales.
Para confirmar o descartar el diagnóstico se sugiere una evaluación multidisciplinaria que incluye pediatras, psiquiatras, neurólogos, psicólogos y psicopedagogos.
Fuente Medicina Familiar UC
El Síndrome de Asperger no tiene cura. Sin embargo, un adecuado manejo multidisciplinario facilita la integración y mejora la calidad de vida de quienes lo padecen.
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