La dependencia es una enfermedad biopsicosocial, crónica e irreversible, que se caracteriza por la búsqueda compulsiva de la sustancia, el desarrollo de tolerancia y síndrome de privación, donde la persona empieza a sufrir consecuencias no sólo físicas sino también familiares, sociales, académicas y laborales, entre otras.
Desde siempre el hombre ha consumido drogas, y lo ha hecho para cambiar, para modificar su estado psíquico y anímico. Las drogas más antiguas eran naturales y se conseguían de plantas. Hoy también existen drogas fabricadas artificialmente, las llamadas sintéticas. Todas ellas producen estos cambios psíquicos y también pueden producir dependencia. Existen sustancias psicoactivas o drogas legales (alcohol, nicotina, benzodiacepinas, etc.) e ilegales (marihuana, cocaína, heroína, etc.).
El consumo de sustancias se da habitualmente en un continuo, en el que un uso inicial, que puede ser recreacional, pasa a un abuso, consumo riesgoso y disfuncional, en el que se produce un progresivo y grave compromiso individual, con problemas en diferentes ámbitos. El paso final es el desarrollo de la dependencia, enfermedad biopsicosocial.
Para realizar el diagnóstico de una dependencia es necesario que la persona cumpla al menos tres criterios de los siguientes por un período de doce meses:
El diagnóstico no se asocia directamente con la frecuencia ni cantidad de sustancia que se consume, sino con la pérdida de control y la compulsión por el consumo, lo cual lleva a generar consecuencias a nivel biológico, psicológico, familiar y social.
La dependencia de drogas es un problema multifactorial, de tipo biopsicosocial, es decir, existen múltiples factores que interactúan para que se produzca. Existen factores individuales (genéticos y los rasgos de personalidad), el contexto familiar y social que van a determinar la vulnerabilidad para generar una dependencia.