A simple vista, Nolberto Muñoz es un rostro cotidiano en los pasillos del Centro del Cáncer UC CHRISTUS, pero para quienes lo conocen, es mucho más que eso. Es un pilar silencioso en el equipo de quimioterapia adulto y pediátrico, un auxiliar comprometido con cada tarea y, sobre todo, con cada persona. Por su cercanía, empatía y humanidad, Nolberto fue reconocido con el Premio BEE, una distinción que honra a los colaboradores que, desde su rol, inspiran con su forma de vivir el cuidado. 

“Me sorprendió mucho. Nunca pensé que iba a recibirlo”, cuenta con humildad. “Fue emocionante, porque nunca antes alguien se había fijado así en nosotros, los auxiliares”, agrega. 

La nominación vino de parte de María Paz, una enfermera con quien compartió años de trabajo y también una historia profunda; Norberto acompañó al esposo de ella durante su tratamiento oncológico. “Más que ayudar, uno se encariña… lo conocía, lo iba a dejar a su casa, compartimos asados con su familia. Después él falleció, y fue muy doloroso, pero también muy bonito haber podido estar”, recuerda. 

Más allá de su rol técnico, Nolberto es parte del Club de Dadores de Sangre y siempre está dispuesto a colaborar en lo que haga falta. “No me cuesta ayudar. Si se puede, lo hago”, dice con naturalidad. Esa misma disposición es la que ha dejado huella en pacientes, familias y equipos durante sus más de 25 años en el CECA, y más de 35 en UC CHRISTUS. 

¿Por qué crees que te dieron este reconocimiento? 

Creo que lo que más valoró María Paz fue la empatía, no solo con los pacientes, también con las familias. A veces llegan muy alterados, enojados, angustiados… pero uno aprende a acompañar también desde el silencio, desde lo simple que es estar con la gente. 

¿Qué significa este premio para ti y el Centro de Cáncer? 

El CECA es mi segundo hogar, y siento con el tiempo que ha cambiado mucho, para bien. Antes sentíamos más distancia con las jefaturas, y hoy los gerentes están más cerca, se comparte y conversa más. Es como una familia.  

Y aunque el paso de los años le ha enseñado a tener que protegerse emocionalmente, aún guarda historias que lo han marcado profundamente. Como la de Felipe, un niño con síndrome de Down que falleció a los 8 años. Un día tomó el micrófono en la sala de espera y dijo: ‘yo soy Felipe’. Todos lo aplaudieron. “Nunca lo olvidé”, confiesa. 

Para Nolberto, premios como el BEE tienen un valor enorme. “Motivan, te hacen andar más contento, más con la frente en alto”, dice. Y agrega que deberían llegar a todos los estamentos, “enfermeros, auxiliares, todos. Todos somos parte del tratamiento”. 

Finalmente, deja un mensaje a quienes estén pensando en nominar a un compañero o compañera: “Háganlo. Aunque uno no gane, el solo hecho de ser nominado ya es un reconocimiento. Es bonito que alguien te vea”