“Sentir el agradecimiento de los pacientes y de nuestras colegas hacía que todo valiera la pena”
Si pudiese describir la experiencia en pandemia, pese a haberse contagiado de COVID-19, para Catalina Díaz de Valdés sería el compromiso para responder y dar ayuda cuando y donde la necesitaran. Con sus compañeras y colegas, se esforzaron por estar siempre presentes.
Para Catalina Díaz de Valdés ser enfermera matrona es estar junto a las personas, tomar sus manos, conversar con ellos y ayudarlos a enfrentar el problema de salud que viven. Adicionalmente, hacer con cuidado y excelencia los aspectos técnicos. Aunque hace cinco años culminó la universidad, la pandemia vino a reivindicar su visión de lo fundamental que es transmitir cariño en su trabajo.
Cuando los pacientes por COVID-19 llenaban los pisos de hospitalización en Clínica San Carlos de Apoquindo, Catalina, al igual que sus compañeras en ese momento de la Unidad de Toma de Muestras, ajustó su día para tomar todos los exámenes que requerían pacientes del piso 3, Médico Quirúrgico, antes de continuar su trabajo regular. Agotada, pero feliz. “Recuerdo que estaba muy cansada, pero era tan gratificante que nuestros colegas todas las mañanas nos agradecieran, que al final te daba lo mismo… uno sentía que estaba ayudando en esta pandemia".
También recuerda la carga emocional de los pacientes: quienes llegaban a tomarse una PCR con temor a estar contagiados o los hospitalizados, quienes muchas veces no recibían visitas en toda su estadía. Al subir temprano, en ocasiones ella era la primera persona con la que hablaban en el día y. ese pequeño momento, en el que conversaban brevemente o abría las cortinas de las piezas del paciente, también la llenaba de sentido.
Compromiso
Aunque fue muy cuidadosa con las medidas de precaución, un día perdió el olfato y el gusto. Fue un fin de semana. El lunes siguiente se tomó la PCR y se fue a su casa con la certeza de estar contagiada. El resultado fue positivo; sin embargo, agradece que sus síntomas fueron leves y que su esposo, una persona inmunocomprometida, no padeció ningún problema. “Mi preocupación era contagiar a los demás, de hecho, no veía ni a mis papás ni a nadie", puntualiza.
El no ver sus papás es un recuerdo doloroso, estaba acostumbrada a visitar a su familia constantemente, por lo que ese aspecto fue difícil de enfrentar. También lo fue la primera visita postcuarentena sin poder dar un abrazo o un beso. “Uno sabe que está haciendo lo mejor para ellos, pero igual duele", cuenta.
“A todos nos cambió la vida la pandemia, pero para mí significó compromiso con mi carrera; compromiso donde me tocó estar en la pandemia, que fue aquí trabajando día a día; compromiso con nuestras colegas para poder ayudarlas con un granito de arena; al final, compromiso con ser enfermera".