Rescate

Salud mental: sacarse la mascarilla y no ponerse una pesadilla

05/10/2022

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Tras el fin de la mascarilla obligatoria, muchas personas celebraron el fin de esta restricción sanitaria. Sin embargo, este hito podría traer problemas para un grupo importante, como los niños y adolescentes, quienes podrían experimentan sensaciones como vergüenza, pudor y miedo.

Este lunes la mayoría de los chilenos retomamos nuestras actividades sin mascarilla, después de más de 2 años de pandemia. Muchos, felices por el término de la incomodidad que suponía su uso. Otros, con la decisión de seguir usándola en ciertas ocasiones por razones de salud. Mientras que unos pocos continuarán con su uso permanente en lugares públicos. Todas, decisiones y experiencias válidas que los adultos sabrán llevar con madurez.

Sin embargo, hay dos grupos que merecen especial atención en este proceso de quedar “a cara descubierta”: los niños y niñas en sus primeras etapas escolares y los/las adolescentes.

Los niños y niñas

Es necesario recordar que en este grupo, toda o gran parte de su experiencia escolar presencial ha sido con mascarilla y con medidas sanitarias estrictas. Podemos decir que, para ellos, el mundo público es con mascarilla; su normalidad es a cara cubierta, su experiencia vital y social ha incluido de manera obvia, esta medida sanitaria.

Puede darse que, en algunos niños al sacarse la mascarilla:

  • Tengan una sensación no consciente de pudor o vergüenza que les sea difícil de identificar y, menos, de verbalizar.
  • No logren armar una vivencia coherente entre las indicaciones pasadas de “peligro” con los mensajes nuevos de “ya no hay peligro”, y escuchar “a la pasada” conversaciones que reciben de los adultos sobre si es buena o mala la medida, y qué pasará con ello.
  • Una convivencia a cara descubierta frente a los otros y otras, les genere tensión o rechazo, sensaciones que tampoco son capaces de verbalizar con claridad.

¿Cómo ayudar a los adultos a prevenirlo?

  • Es recomendable que los profesores a cargo destinen durante dos o tres semanas tiempo y actividades lúdicas y pedagógicas a la aceptación, comprensión y normalización de la “nueva realidad”.
  • Los cambios en la convivencia también son aprendizaje, por lo tanto en los establecimientos educacionales no se debiese tener la percepción que “se está perdiendo el tiempo y no se está pasando toda la materia”, sino que se está invirtiendo en salud mental, educación cívica y prevención del bullying y el maltrato en la convivencia.
  • Evitar dar mensajes contradictorios sobre el uso o no de la mascarilla que puedan encender la “imaginación catastrófica” de los niños.
  • Modelar una reacción positiva y madura ante el encuentro con los niños a cara descubierta.
  • Evitar ser el “tío simpático” que comenta los dientes chuecos que no se veían, la gordura de los cachetes, o que la cara no coincide con lo que esperábamos.

Púberes y adolescentes

En el caso de los y las púberes y adolescentes, debemos tener en cuenta que se encuentran en una etapa decisiva en la construcción de su identidad personal y pública. Además, muchos eran niños al comenzar la pandemia y ahora ya son propiamente adolescentes y han visto a sus compañeros en esta transición principalmente a través de plataformas virtuales. La adolescencia es una etapa de crisis normativa (esperada) del desarrollo, y como tal exige que se pongan en juego todos los mecanismos de adaptación y aceptación de los cambios que están ocurriendo.

Es necesario considerar, además, que durante estos dos años, la mayor parte de sus relaciones interpersonales “a cara descubierta”, han sido en espacios privados o a través de redes sociales en donde eligen “la cara que quieren publicar”.

Ante el retiro de la mascarilla, algunos jóvenes podrían sentir pudor y vergüenza, pues nos les gusta esa parte de su cuerpo o francamente la rechazan. O bien, podrían sentir temor a que dirá su grupo de pares al exponer su rostro completo. Asimismo, se podría activar la mala práctica de poner sobrenombres, cuestión que él y la joven deban fingir vivir “como si no le afectara”, pero que claramente puede generar daños de largo plazo y, en algunos casos también, active problemas de salud mental.

¿Cómo enfrentarlos?

  • Los profesores y orientadores a cargo, pueden diseñar actividades de reflexión y convivencia que faciliten la transición, y también permitan construir y diseñar en conjunto con ellos, normas de convivencia para la “nueva realidad”.
  • Es recomendable la presencia de adultos en las situaciones de recreo o tiempo libre para regular las malas prácticas de ofensas o sobrenombres.
  • Se recomienda modelar reacciones positivas y maduras ante la nueva situación e intervenir si vemos que en un grupo la situación da paso a conductas de bullying o de burlas al cuerpo de los otros y otras.

Lamentablemente, no contamos con historias previas que nos enseñen sobre esta medida, tampoco con estudios sociológicos o estadísticos sobre el impacto que pueda tener. Sin embargo, parece razonable tomar una actitud proactiva y preventiva que aminore los riesgos de este cambio en estos dos grupos vulnerables. Tendemos a creer que la gran mayoría de niños, niñas y jóvenes harán una transición normal, pero sin duda que este cambio puede activar una potencial fragilidad psicológica que estaba oculta y de convivencia que es necesario atender.

Como profesionales de la salud y del desarrollo de equipos sabemos con certeza y fundamento que fenómenos de estrés pueden ser desatados por crisis y por eventos negativos, pero también por eventos positivos que implican un cambio importante en la cotidianidad, como las crisis normativas esperadas y los eventos positivos no esperados, como sacarse la mascarilla.

Nuestra última recomendación es que, si al cabo de dos o tres semanas de dejada la mascarilla, niños o adolescentes presentan problemas de adaptación explícitas o implícitas, se consulte a un profesional y que si, al cabo del mismo tiempo, grupos de niños o jóvenes presentan problemas de convivencia, se realice una intervención socio emocional con ellas y ellos.

Como país nos dimos cuenta tarde que el retorno a la presencialidad conllevaría problemas de salud mental y convivencia escolar que impactaron todo el primer semestre de este año y que, en muchos casos, se proyectan al futuro. Tampoco nos hemos hecho cargo del devastador efecto de la pandemia en el logro insuficiente de aprendizajes básicos de los niños a nivel cognitivo, emocional, relacional y de autonomía durante la pandemia. Entonces que no sea el caso de poner en la lista de “sorpresas no esperadas” consecuencias negativas de una medida positiva como es dejar la mascarilla.

Por: José Pinedo, psicólogo de la Facultad de Medicina UC; Carlos Sandoval, Consultor Organizacional SP Consultores; Dr. Jaime Santander, Psiquiatra de la Facultad de Medicina UC.

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