Rescate

Conozcamos el Lado B del Dr. Orlando Díaz, Médico Internista

17/03/2023

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Ser cercano, conversar y generar confianza, son los atributos con que el Dr. Orlando Díaz se ha desempeñado en UC CHRISTUS.

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Nació en la ciudad de Valdivia en el año 1957 y recuerda su infancia con mucha emoción y alegría. Después del terremoto de 1960 su familia se mudó a la población del Banco del Estado, donde era uno más de los cerca de veinte niños que jugaba todos los días en el barrio. Allí comenzó a escribir y dibujar, para luego dar el salto en su formación y decidirse por el camino de la medicina.

Con más de 35 años ligado a nuestra institución, el Dr. Orlando Díaz comienza a despedirse de su rol como médico, ya que el año 2022 inició su proceso de jubilación. Él nos cuenta y resalta la importancia de la medicina como un espacio de diálogo con el equipo, los pacientes y sus familias, que debe generar confianza y cercanía, y no tan sólo enfocarse en el conocimiento, la tecnología y las terapias.

¿Cómo comenzó su relación con la Medicina?

Mi padre era funcionario del Banco del Estado, mi madre dueña de casa. Casi nadie había asistido a una universidad en nuestras familias. Así que desde chico nos inculcaron que debíamos elegir alguna carrera; mi madre se preocupó mucho de eso. Si eras buen alumno, entrando en la enseñanza media o Humanidades de la época, ya empezaban a insistir en si queríamos ser ingenieros, médicos o abogados. Los dos con mi hermano decidimos Medicina; nuestras esposas también. Los cuatro nos titulamos en la Universidad Austral de Chile.

Los primeros pasos en el Hospital Clínico

Fue el año 1985 cuando ingresó al Departamento de Enfermedades Respiratorias del Hospital Clínico, que por aquel entonces contaba con una unidad de Tratamiento Intensivo Respiratorio, TIR por sus iniciales, una de las primeras unidades de cuidado intensivo del país, inaugurada en 1968. Y en 1987 comenzó a trabajar en la Unidad de Cuidados Intensivos Médica, que posteriormente formaría parte de la Unidad de Paciente Crítico, a cargo del Departamento de Medicina Intensiva.

Con nostalgia recuerda sus primeros pasos: una institución pequeña, una verdadera familia donde todos se conocían, una sala de urgencia con capacidad para una persona y en la cual consultaban cinco personas en el día. Desde siempre supo que su vocación, además de sanar, era tener un efecto en la vida de sus pacientes y eso lo lograría siendo cercano, generando vínculos y sobre todo escuchando. “Suelo hablar bastante con mis pacientes. Al principio me sorprendía sentir que buscaban un espacio para conversar. Después comprendí que estas conversaciones solían ser parte importante de la consulta, particularmente en el caso de los pacientes crónicos. Muchas veces ocurrió que casi al finalizar la consulta alguno de ellos me decía: “-Uh, se me olvidó decirle a qué venía”, nos cuenta. En muchas instituciones, la prisa por cumplir con números más que con personas ha ido afectando este aspecto tan importante de la relación entre la medicina y el enfermo.  

¿Cómo evalúa su trayectoria durante todo este tiempo en UC CHRISTUS?

A esta edad uno comienza a revisar cómo ha sido su vida, y se da cuenta de que a nuestra generación le tocó vivir un crecimiento exponencial del conocimiento médico y, sobre todo, de los avances tecnológicos. Esto ocurrió mientras empezábamos a desarrollarnos profesionalmente. Acá, en la Católica me sorprendió un examen tan simple como el perfil bioquímico en 1982, pues en Valdivia era entonces desconocido, y pocos años después, asistí maravillado a la llegada de la ecografía, primero, y los escáner después. Y ahí estábamos nosotros, aprendiendo en el camino sobre estas nuevas maravillas que llegaban para quedarse. La medicina que habíamos aprendido estaba cambiando completamente. Imagínese que hasta entonces todo se basaba en que un médico examinara bien a su enfermo y propusiera un diagnóstico basado en el examen físico y unas pocas pruebas  de laboratorio, bastante rudimentarias. En poco tiempo todo se transformó radicalmente.

¿Tiene algún hobbie que nos quiera contar?

Mi padre, que era fanático de la música clásica y especialmente de la ópera, notó mi inclinación por el rock cuando apenas tenía unos 12 años. Me compró los tres primeros discos de Santana. Y desde entonces no paré hasta convertirme en un casi experto en el rock de los 60 y 70, que después siguió con el jazz fusión y el rock progresivo y no se ha detenido hasta ahora. Aunque debo reconocer que la edad me ha empujado un poco más hacia la música clásica. Pensé en ser escritor, mi padre leía mucho y teníamos una biblioteca considerable. Escribí hasta antes de entrar a la universidad, pero sólo cuentos, nada de poesía y menos novelas. Afortunadamente, uno de mis hijos terminó siguiendo ese camino. Pero no diría que esa afición temprana se haya perdido del todo; sin duda escribir me fue de gran ayuda para redactar mis artículos médicos. También me gustaba dibujar; llegué a dibujar comics cuando era niño; se los vendía a mis amigos del barrio. Debo admitir que no resultó ser un buen negocio y, cuando le pedí a mis padres que me pagaran un curso formal de dibujo afortunadamente se negaron. En aquel tiempo no podía sospechar que estos conocimientos básicos me iban a ser útiles para ilustrar mis clases a los alumnos de medicina. A los 22 años, con mis sueldos como auxiliar técnico de anestesia (una actividad para estudiantes de medicina que ya no existe), me compré mi primera cámara fotográfica. Después de varias cámaras más y muchos lentes he llegado a la conclusión de que lo más importante es el sujeto detrás de la cámara. Unos 10 años atrás me interesé en el video. Es una actividad apasionante, pero sólo puedo considerarme un amateur aplicado. Creo que fue útil durante la pandemia, para mostrar en YouTube cómo vivíamos esta tragedia en la unidad de cuidados intensivos. En realidad, todo lo que ayudaba a levantar los ánimos en aquellos tiempos era importante. Así que, como usted puede ver, soy un diletante esmerado, un completo aficionado a varias actividades. No me arrepiento de ello, en todo caso, porque he descubierto que suele ser más provechoso saber un poco de muchas cosas que mucho de una sola.

Hablar con los pacientes, como parte fundamental de la medicina y la historia del Dr. Orlando Díaz.

Como le dije antes, con cierta frecuencia los pacientes buscan un espacio para conversar al momento de asistir a la consulta. Supongo que valoran ser escuchados cuando sus dudas, dolores o problemas van más allá de la mera enfermedad. Estoy seguro de que esta labor es importante, porque después de la Pandemia, varios de mis antiguos pacientes llegaron a la consulta sólo para decirme “Vengo a abrazarlo, doctor. Me faltó verlo durante estos años”. Son cosas que emocionan, porque le dan a entender a uno que podemos marcar, aunque sea marginalmente, las vidas de otras personas y eso es algo que se extraña un poco, un resabio de la medicina más antigua que afortunadamente pude vivir en mi juventud, y que parece estar desvaneciéndose en muchos lados.

Mis pacientes y sus familiares agradecen que en UC Christus sigan existiendo estos espacios de conversación para crear lazos entre los profesionales de la salud, los pacientes y su familia. Aún existe una gran cercanía y a las personas, como le decía antes, les desagrada sentirse números.

Resulta un poco paradojal que le haya hablado tanto de establecer cercanía con los pacientes, cuando una parte importante de mi trayectoria la he vivido en la UCI, donde hay poco espacio para la comunicación con el paciente. Pero sí es necesario mantener esta cercanía con su familia. Es importante dedicar tiempo para proporcionar información clara, cercana, que reduzca la angustia que generan las enfermedades graves, y que ayuden a entregar contención cuando la esperanza parece desvanecerse.

¿Cómo le gustaría que sus colegas lo recordaran cuando ya deje su trabajo?

Yo asumo que a uno lo recuerdan poco tiempo, si es que acaso lo recuerdan. Pero obviamente me gustaría que aquellos con quienes he compartido tan de cerca este largo período y a aquellos estudiantes en quienes puedo haber influido se queden con una impresión cariñosa de mí. Más allá de dejar una huella relacionada con mi actividad como investigador o con mis conocimientos médicos, me gustaría haber dejado un buen recuerdo como persona: es decir, prefiero que recuerden lo bien que la pasamos conversando, tomándonos un café, resolviendo casos difíciles, viendo algún paciente juntos, e incluso hablando de la vida.

¿Tiene algún mensaje para las nuevas generaciones que están entrando al mundo de la medicina?

Pienso que debemos volver a los aspectos básicos de la medicina. Actualmente hay mucho conocimiento médico que está disponible en diferentes plataformas, todas de muy fácil acceso. Existe cierta sensación en el equipo de salud y en los pacientes de que lo sabemos todo y que hemos superado a la muerte. Pero ese conocimiento es aún imperfecto, muchas decisiones todavía dependen de la experiencia y en muchos tratamientos sigue siendo importante el sentido común y el concepto de primero no dañar. Resoluciones importantes se basan en opiniones de expertos, en acuerdos con otros colegas, en conversaciones con todo el equipo de salud. Así que es bueno ser cauto, concienzudo, pero sobre todo humilde. Hay que transmitir a los enfermos, a sus familias y al equipo de salud que estamos lejos de ser infalibles y mucho menos perfectos. Por eso es por lo que cuando le hablo de volver a conversar con la gente, no solo me refiero a los pacientes y a sus familias. Muchas veces tenemos que conversar entre el equipo para reconocer nuestra falibilidad y nuestras limitaciones y confío de todo corazón que estas prácticas se mantengan.

Para finalizar, ¿qué les diría a sus pacientes?

Les diría que ojalá haya sido un agrado contar conmigo como médico. A lo largo de los años he conversado con muchos de ellos y hemos llegado a la conclusión de que, a pesar de las enfermedades, la vida sigue siendo bella y bastante simple. Los conocimientos médicos sin duda son importantes, pero suele ser igualmente importante la cercanía, la confianza, la disponibilidad para ayudar a proporcionar tranquilidad y esperanza cuando las cosas se ponen difíciles y a entregar seguridad cuando hay dudas.

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